Al segundo día la llamamos Milagros, ya que pensamos que era un milagro que hubiera aguantado la noche estando como estaba, incluso el segundo día se la veía mejor, erguida, atenta... pero los gusanos no dejaban de aparecer, y ella seguía respirando mal. Su último día ya nos preocupamos por la inquietud que tenía, no dejaba de moverse, respiraba demasiado agitada y ya no aguantó más la pobre.
No sabemos el alcance de los daños de esa miasis, así que igual no había nada que hacer desde el principio, pero la pobre merecía que lo intentáramos. Tuvo atención, cariño y una muerte digna y tranquila, es lo que le pudimos dar.
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