Felipe, enfermo de carcinoma, con tratamiento paliativo, va a pasar el tiempo que la enfermedad le permita seguir con nosotros, fuera del refugio, en casa de acogida.
Su adaptación ha sido una de las más rápidas, parece que siempre hubiera estado allí.
Dentro de todo lo malo, el tumor avanza y fisicamente se le nota, se baba mucho, su boquita se empieza a torcer y a cerrársele el ojito, nos consuela ver que su ánimo no decae, le gusta comer, y su ánimo está bien y parece que su nuevo entorno le ha sentado fenomenal.
Cualquier animal terminal se merece la oportunidad de disfrutar, mientras haya calidad y dignidad, de la oportunidad de pasar su última etapa disfrutando de un hogar, cosas que en el refugio son imposibles, como poder oler hierbitas, darse un paseito y tener atención para él. Ellos lo agradecen y parece que alargamos un poco su vida y la calidad con la que la vive.
Siempre será mayor la satisfación de haber podido darle un final digno y feliz en un hogar, que el dolor de verlos marchar. Es un gran ejercicio de generosidad que Felipe o cualquier otro animal en sus circunstancias se merece con creces.
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